Si bien no puede preverse la situación de la COVID en diciembre, seguimos siendo un festival con público en el que un aspecto fundamental es intercambiar opiniones sobre las perspectivas indígenas en el cine y más allá y debatir el programa.
El tema del año 2022 es «Indígenas y urbanización».
Si hacemos caso a los estereotipos convencionales, los indígenas viven «en armonía con la naturaleza» en sus «territorios ancestrales», en el campo o en reservas. Se pasa por alto a los indígenas de la ciudad y su reto de llevar una vida culturalmente autónoma y de enfrentarse a la discriminación en ella.
Desde el punto de vista global, tanto las migraciones voluntarias como forzosas a las ciudades son fenómenos que se están acelerando. Algunos de los motivos son la apropiación de tierras y la expulsión, el empeoramiento de los medios de vida tradicionales y la falta de alternativas económicas, los defectos de las infraestructuras rurales y las consecuencias del cambio climático, junto con las perspectivas o esperanzas de unas mejores condiciones laborales y oportunidades de formación en las ciudades.
Además, el desplazamiento forzoso de indígenas fue un instrumento de dominación del colonialismo para que los colonos se apropiaran de territorios indígenas y destruyeran las comunidades indígenas. En parte se expulsó a los indígenas de sus territorios tradicionales con la idea de que se asimilaran como minorías urbanas en la sociedad mayoritaria. Por último, pero no menos importante, es posible que las ciudades se construyeran dentro de los territorios indígenas o bien se expandieran a estos.
No obstante, la identidad cultural no está perdiendo importancia de ningún modo para los indígenas que viven en ciudades. La comunidad indígena de la ciudad desempeña un papel decisivo a la hora de proporcionar lo esencial a sus miembros, ofrecer apoyo y orientación y combatir la discriminación en la sociedad urbana.
El trato desigual a los indígenas, por ejemplo, en el mercado laboral o de las viviendas, resulta muy visible en las ciudades, ya que el trabajo y la infraestructura están más presentes que en el campo, si bien con frecuencia siguen siendo menos accesibles para los indígenas.
En Canadá, la mayoría de la población indígena vive en áreas urbanas. En ellas, el desempleo entre la población indígena es del doble que entre la población no indígena. A menudo sufren violencia, perciben salarios más bajos y presentan mayores riesgos de daños en su salud.
Según un artículo citado por el Foro Permanente sobre Asuntos Indígenas de la ONU, muchos masái se trasladaron a la capital de Tanzania, Dar es Salaam, por haber perdido sus medios de vida en el campo. Allí, el 90% de los hombres masái trabajaría como personal de seguridad y apenas podría permitirse vivir siquiera en los suburbios marginales, con un sueldo de 40 dólares al mes.
La idea de que la ciudad no es lugar para los indígenas es una expresión racista y tiene consecuencias graves, como la perpetuación de la discriminación estructural. «Los indígenas urbanos no están catalogados como indígenas por el SESAI y, por tanto, no se incluyen en las estadísticas de las tasas de mortalidad de los indígenas», explica Juliana Miyazaki, de la organización no gubernamental GfbV. Según la Confederación de Organizaciones Indígenas de Brasil, la tasa de mortalidad entre indígenas sería del doble en comparación con las estadísticas oficiales. Además, el FUNAI, el organismo de protección de los indígenas, también negaría «el apoyo estatal a la atención sanitaria, la vivienda o la educación […] si no se presta en un territorio reconocido oficialmente como indígena. De este modo, los indígenas urbanos, y también los indígenas que viven en tierras no reconocidas, quedan excluidos de sus derechos».
La idea de que los indígenas deben vivir en el campo y volver a sus territorios es especialmente cínica teniendo en cuenta las condiciones de las reservas y la continuación de la apropiación de tierras y la degradación del medio ambiente.
Una mayor proporción de la población urbana indígena, no obstante, adquiere en muchos lugares un estatus social más alto, por lo que crece una clase media indígena. Los mayores ingresos que se pueden obtener en las ciudades a menudo se emplean para apoyar a las comunidades indígenas en las zonas rurales. La marcha a través de las instituciones puede dar lugar a cambios en las autoridades y en el sistema educativo y a generar una mayor visibilidad y participación en ellos.
En las ciudades, además, hay mejores condiciones para organizar protestas colectivas. Lo que pasa en las ciudades obtiene un mayor eco en los medios. En ellas, muchos indígenas viven en espacios reducidos, a menudo ya organizados en redes y muy cerca de las instituciones del poder político y económico.
En 2020, miembros de los pueblos otomí y mazahua ocuparon el edificio del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas de la Ciudad de México para protestar por las malas condiciones de vivienda de los indígenas en la capital mexicana y lograron que se les proporcionara un mayor espacio de vivienda mediante expropiaciones.
Los miembros de la segunda o tercera generación de indígenas en las ciudades han conocido su identidad cultural en el contexto urbano. La integran en su día a día en la ciudad. Las ciudades son lugares para la reapropiación de las tradiciones culturales y la creación de nuevas subculturas étnicas. En el pasado reciente, el rap en lenguas indígenas adquirió importancia en diferentes sociedades.
También en muchas de las proyecciones de nuestras jornadas cinematográficas se hace referencia a las ciudades, incluso en las historias ambientadas en el entorno rural. En ellas, a menudo las ciudades son lugares idealizados en los que parece posible vivir con mejores condiciones materiales. En el anonimato de la ciudad, se espera romper las tradiciones locales percibidas como opresivas y poder escapar del control de la familia o de la comunidad rural. Al mismo tiempo, queda claro que, con frecuencia, en el campo y en los pueblos es más fácil vivir las tradiciones indígenas, mantener las estructuras de poder indígenas y promover y defender la cultura indígena. A nivel local, puede que sea posible que los consejos indígenas o los ancianos de las aldeas ejerzan el poder, mientras que, a un nivel administrativo superior, están sujetos a la burocracia y el control nacionales, que normalmente tienen muy poco en cuenta las estructuras indígenas.
Con nuestra selección de películas, este año queremos destacar las realidades de la vida indígena en la ciudad y realizar una confrontación con las consecuencias de la vida urbana en las identidades culturales. Un tema recurrente es la interacción entre la cultura urbana y la rural. Las películas ambientadas en el medio rural reflejan cómo las ciudades son puntos de referencia para los indígenas en este.
Tras las presentaciones, se tendrá la posibilidad de participar en un debate moderado e intercambiar opiniones.